Cuando un régimen de visita entre un progenitor y sus hijos es obstruido, se configura una situación de daño psicológico en los niños. De este modo, este termina desvinculándose total o parcialmente de su progenitor, con todo lo que ello conlleva.
Por el contrario, las personas parecieran encontrar este accionar parental como natural o inevitable, existiendo, además, una creencia muy arraigada en la sociedad. Obstaculizar la comunicación de un hijo con su padre, no está aún asimilado por la sociedad como una conducta de maltrato y menos todavía que tenga intensidad y peligrosidad.
Cuando no se permite la comunicación del hijo con su padre, se le convierte en víctima de una falta de amor (privación afectiva). Muchas veces hasta se le crea una falsa imagen del progenitor ausente, y en ocasiones se le llega a poner en situación de lidiar con la fantasía de haber sido abandonado por él.
Cuando la separación del niño respecto a su padre es a consecuencia de conflictos de relación entre ambos progenitores, los hijos se ven cuatro veces más expuestos a sufrir padecimientos de tipo psicológico (desvalorización, culpa, angustia, rebeldía, depresión, dependencia, socialización deficiente, etc.)
Las verdaderas víctimas, los hijos
Las víctimas en estas situaciones son dos: el progenitor no conviviente y el hijo, a quien se le impide comunicarse con él. Pero, en realidad, el padre impedido cuenta con recursos personales de adulto y con mecanismos legales que la ley le reconoce. A través de ellos, puede interponer algún tipo de oposición o reacción, por lo que no está obligado a un rol pasivo. Tiene posibilidades de evaluar la situación en la que se encuentra, reconocerse como víctima y hacer algo al respecto. Si considera que lesionan sus derechos puede recurrir a la justicia y poner en marcha el aparato judicial con la radicación de la correspondiente denuncia penal. Sus posibilidades de reacción son variadas y, si lo decide puede responder activamente para revertir lo que le perjudica. Los hijos, sin embargo, terminan siendo las verdaderas víctimas y agraviados directos. Ellos resultan los más perjudicados si tienen menos de diez años. Son ellos quienes ven afectada su estructuración psíquica y su desarrollo de modo radical, al ser privados, durante su crecimiento, de la compañía de su progenitor. Son ellos los que ven empobrecidas sus vidas de modo determinante, quienes sufrirán profundas alteraciones psíquicas y sociales irreparables.
Vulnerabilidad
Se sabe que los niños son especialmente vulnerables. Su situación podría considerarse como de vulnerabilidad extrema dado la confluencia de factores que convergen, potenciándose hacia el mismo fin: el daño psíquico y social del menor. Muy pocos niños son capaces de evaluar con actitud crítica a sus padres, se enfrentan al imposible de tener que oponerse a quien necesitan imperiosamente para su supervivencia física y emocional. Terminan adaptándose al maltrato y a las privaciones, aceptándolos como algo natural.
El niño, privado de vínculos tempranos seguros, queda confuso, inseguro y temeroso. En consecuencia, tiende a incrementar las conductas de apego y a desarrollar enfermedades como la ansiedad, el miedo y la fatiga. Su pronóstico, riqueza afectiva, posibilidad de socialización y desarrollo emocional pleno se empobrecen así cada vez más.
Consecuencias de la ausencia de vínculos con el padre: el daño psicológico en los niños
La ruptura de vínculos con el padre como consecuencia de divorcio o separación están intensamente asociadas con perturbaciones emocionales y conductuales de los hijos. Los estudios realizados remarcan la idea de que los años de la primera infancia tienen un efecto preponderante en el desarrollo. Asimismo, señalan que las primeras experiencias de a vida pueden ocasionar un gran impacto en el funcionamiento posterior.
¿Quieres recuperar a tu hijo? ¿Necesitas un buen abogado para recuperar la custodia? Ponte en contacto con nosotros.
No responses yet